Cristología y Globalización

Apuntes de un Congreso en Münster (21-25 de mayo, 2003)

Manuel Ossa
Pareciera que las dos palabras del título no tienen mucho que ver entre sí. “Cristología” quiere decir: reflexión de la fe sobre el significado de Jesús. “Globalización” designa la forma actual de los intercambios, principalmente económicos, entre las naciones del mundo.

Sin embargo, el Instituto de Teología y Política de Münster convocó a un Congreso sobre Cristología y Globalización. Unos cuarenta y cinco participantes discutieron sobre la relación entre ambos temas durante cuatro días a fines de mayo último. Sin tener todavía las actas de este Congreso, adelanto aquí un relato provisorio, tomado de apuntes, reflexiones e impresiones personales o compartidas con algunos de los participantes. Lo hago, porque pienso que en el Congreso de Münster se puso un hito importante en el caminar y la búsqueda de una teología liberadora. Las actas del Congreso corregirán o contextualizarán lo que haya en estos apuntes de interpretación sesgada.

En las notas siguientes se resumen en torno a ciertos temas las ponencias o intervenciones de los participantes cuyos nombres se mencionan en notas al pie de las páginas. Estos resúmenes recogen sólo una parte del rico intercambio que tuvo lugar entre los participantes durante el Congreso. El clima de comunicación y confianza que se vivió entonces es parte integral de lo que cada uno de nosotros se llevó de vuelta a su casa, al igual que la fuerza nueva que adquieren las convicciones cuando son compartidas y los proyectos cuando pueden vincularse a través de los océanos. Estas notas son, pues, también parte del agradecimiento que siento para con los y las colegas que participaron, como también, y sobre todo, con quienes nos convocaron y organizaron el evento.

En la globalización, lo religioso contamina a la política

El tema de la globalización es un tema profano y secular. Los economistas y los pensadores del neoliberalismo pretenden que lo religioso no tendría nada que hacer con él. Sin embargo, el “imperio” norteamericano lleva a cabo sus políticas globales con banderas y símbolos religiosos. La guerra contra Irak ha sido conducida casi como si fuera una cruzada. En una secuencia de acciones que vienen desde Reagan, el presidente Bush ha querido nuevamente exorcizar el “reino del mal”, el último de cuyos monstruos demoníacos sería Sadam Hussein, para conquistar el mundo para el imperio norteamericano, equivalente a la “ciudad del bien”, es decir, de Dios. Exorcizar, igual que en la edad media, es usar la violencia de las armas, única capaz de acabar con la “conspiración mundial” construida por Bush para justificar su campaña militarista.

El mercado capitalista como nueva religión

En el capitalismo, el dinero entra a cumplir la función de un Dios, y el sistema asume las funciones de la religión: darles a los fieles una identidad, entregarles una manera de actuar, proporcionarles medios para enfrentar los imprevistos, legitimar el poder político y entregarles una interpretación del mundo y de la historia, en que la pobreza y la destrucción de la naturaleza se entienden como costos necesarios, en que necesariamente debe haber ganadores y perdedores. Todo ello sucede como consecuencia del culto a la trascendencia inapelable del dinero y su acumulación inexorable y omnipotente. El sistema lleva en sí una tendencia al terrorismo. Frente a esta religión se alza la crítica jesuánica, iniciada en la tradición bíblica de la destrucción del becerro de oro (Exodo 33) y continuada en la explicación que da Lutero del primer mandamiento: “donde se apega tu corazón, allí está tu Dios”.

Hacia un Dios alternativo

Un relato aún más primitivo que el citado del becerro de oro es el del “sacrificio” de Abraham . Es también un texto crítico de la ideología entonces dominante. Pues el dios que manda sacrificar a Isaac no es el Yahvé que más tarde se va a comprometer con la liberación de un pueblo, sino el dios de los poderosos de entonces. En el texto del libro del Génesis se lo nombra con un nombre común de dioses: Eloha o Elohim. Ese era el dios de los señores y amos que mandaban sacrificar primogénitos. En su viaje al monte Moria, Abraham descubre en Yahvé a un dios alternativo, subversivo contra la dominación de los señores y liberador de vidas, el Dios de la historia. Al no sacrificar a su hijo, se levanta contra el sistema de dominación.

Ese Dios alternativo es el que inspirará la desobediencia civil y la resistencia de las parteras egipcias contra el faraón , dando así inicio de la liberación de los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto.

La globalización atomiza a las personas, para excluir a los que no interesan

La globalización neoliberal no opera sólo con la violencia de las armas. La forma actual del capitalismo se caracteriza no sólo por explotar a los trabajadores, sino por impedir la construcción de una sociedad como comunidad de personas, pues aisla y atomiza las individualidades, para después excluir a todos aquellos que no interesan económicamente. Ser explotado parece ser casi mejor que ser excluido, como lo están siendo pueblos enteros – por ejemplo en Africa, marcando así una pavorosa tendencia de la historia contemporánea. Por ello, concluía Walpen, “la tarea más importante en la resistencia contra el neoliberalismo globalizante es la construcción de colectivos”.

Buscar un cuerpo colectivo, es resistir a la globalización…

En este momento de la reflexión se insertaba una meditación bíblica . En ella se mostraba cómo el evangelio de Marcos, escrito el año de la destrucción de Jerusalén, intentaba simbolizar la recuperación del cuerpo social judío en Jesús. Este era la personificación del pueblo de Israel. Como Israel, Jesús era el hijo amado de Dios, a quien sin embargo Dios había abandonado en la cruz. Su cuerpo se pierde luego en un sepulcro vacío, para resurgir y resucitar con su pueblo en la resistencia creadora que debía comenzar en Galilea … Así nace la comunidad judía de los seguidores de Jesús como una reconstrucción social después del cataclismo causado por la violencia imperial de Roma.

… un cuerpo que resucita de la situación límite – una muerte en vida

En este contexto evangélico adquiría sentido la presentación de testimonios de grupos de empobrecidos chilenos que habían hecho la experiencia de situaciones límites de opresión, explotación y exclusión – antes, durante y depués de la dictadura militar. De la resistencia a estas múltiples muertes, habían brotado y seguían brotando variadas iniciativas de construcción de grupos, colectivos, asociaciones o comunidades alternativas. Eran experiencias la mayoría de las veces seculares o profanas. Pero con los ojos de la fe se las podía leer como pasajes de la muerte a la vida o como experiencias donde la resurrección adquiere la plausibilidad y la realidad de vida cotidiana.

De ahí que la esperanza de “otro mundo posible” – lema de los Foros Sociales Mundiales se refiera efectivamente a experiencias de la vida cotidiana – de aquí y ahora. Para tener esperanza, no se requiere apuntar a una trascendencia alejada del ser humano o alcanzable sólo después de la muerte. No. Es en la vida misma, en el intercambio mutuo y la solidaridad de todos con todos, donde lo trascendente se vuelve humano y real, y donde la resurrección deja sus ribetes mitológicos para convertirse en la experiencia material de pasar de las pequeñas muertes cotidianas a una vida compartida.
El pueblo pobre brasileño vive el sufrimiento de la cruz y la esperanza de la resurrección en una simbología mesiánica que expresa a una buena parte de los empobrecidos de América Latina . En ese contexto han vivido muchos el triunfo de Lula. Conscientes de que aquí acecha el peligro de los fundamentalismos religiosos, sin embargo la fuerza de la religiosidad popular consiste en referirse a hechos experimentables. Así, pues, creer en la resurrección es no creer en el dios de los que siempre ganan, sino apostar a que la esperanza se va realizando, aunque sea parcialmente, en hechos nuevos de la vida diaria, pública y privada, como resultado de nuestra colaboración y creatividad. Si según la mentalidad judía de antaño el Mesías no podía fracasar, la cruz de Jesús muestra que el fracaso no es la última palabra para los excluidos y condenados de la tierra. Inspirada en esta fe, la práctica de la solidaridad comienza ya a revertir destinos dañados y a realizar la esperanza de relaciones humanas donde el principio de la misericordia valga más que el de la utilidad.

Liberarse para atreverse a actuar

El mensaje mesiánico de la perícopa de la conversación de Jesús con la Samaritana es también secular . Los excluidos de la sinagoga – para quienes escribe el evangelista – quedaban privados de la protección que daba la religión oficial judaica ante la violencia del imperio romano. Angustiados se preguntaban qué hacer, entonces, en tiempos peligrosos, o en qué religión buscar protección. La respuesta es a la vez liberadora y audaz. La protección que hay que buscar no se encuentra afuera, en un tipo u otro de doctrina o de liturgia oficialmente aprobados. Lo que importa en último término no es vivir protegido, sino vivir inspirándose en la fidelidad a un compromiso y una acción acordes con las circunstancias, aunque esto acarree peligros frente a las autoridades institucionales. “Inspiración para la fidelidad”, tal sería, pues, la traducción adecuada de la “adoración en el espíritu y la verdad”.

Barth dijo de Jesús que es “el movimiento de Dios en la humanidad” . La historia no ha terminado, contrariamente a lo que ha dicho Fukuyama. Cristo es la palabra que nos dice que la historia no llega nunca a su fin y que en ella se dan “tiempos” – no sólo uno al final, sino muchos en su transcurso – en los que “lo imposible se hace posible”, por ejemplo, la solidaridad entre los seres humanos.

La tarea  política de la construcción de sujetos

Adam Smith quiso traer el cielo a la tierra mediante el mercado. Pero del mercado no ha resultado ningún cielo, sino al revés. La ideología de la globalización neoliberal es  utilitarista y calculadora y se sirve de la naturaleza y de los seres humanos. excluyendo a quienes no producen o no tienen capacidad de compra. En vez de favorecer la libertad, oprime a los individuos – o los suprime o excluye. La tarea de la resistencia a esta ideología es, pues, la de la constitución de sujetos. El sujeto no es el individuo sino la relación. El sujeto se constituye de veras cuando puede decir: “Yo existo, si tú también existes. Yo no vivo, si tú no vives”. Esta forma de constituirse el sujeto es la opuesta a la visión utilitarista y calculadora de la ideología neoliberal. En vez de ello, “yo soy si no te oprimo ni exploto ni excluyo”. Es el “ama a tu prójimo como a tí mismo”, porque él es como tú. Tal es el sentido del Reino de Dios o Reino de los cielos. Se lo puede definir como  el “corazón celestial de la realidad”, el núcleo mismo de lo terreno.

La contraposición de dos tiempos

La globalización neoliberal no sólo aniquila a los sujetos, sino también al tiempo o la temporalidad en que éstos se mueven. Se lo ve, por ejemplo, en uno de los efectos de la desregulación laboral: el tiempo se vuelve “flexible”, pero no en provecho del trabajador o de la trabajadora, sino en el de la empresa o del sistema. El sistema acelera de tal manera el tiempo real, que llega a aniquilarlo, al traspasar fronteras espaciales para lograr reacciones simultáneas, por ejemplo en los mercados internacionales. Con esto el presente pierde su horizonte de futuro y se propaga la opinión de que la historia ha llegado a su término (Fukuyama). Frente a ello, la fe mesiánica en la “venida de un hijo de Dios” corresponde al deseo de que se cumpla lo que el realismo del sistema declara imposible: la sociedad fraternal, sin dominadores ni explotadores. Se instaura así un esquema distinto del tiempo, donde actúa una fe comprometida en contra de las afirmaciones que los poderosos hacen plausibles – como la de las supuestas leyes del mercado. En esta acción comprometida se ejerce ciertamente el poder; pero es un poder social distinto al del señorío o dominación del capital.

Conclusiones que puedan “inspirar la fidelidad” de prácticas solidarias

  • En medio de situaciones límites o sin salida que viven los hombres y las mujeres oprimidos, excluidos o explotados del sistema, surgen testimonios y expresiones de la existencia de alternativas a la globalización neoliberal.
  • Hay experiencias de resistencia y construcción que indican que el poder del enemigo no es absoluto (Dirk Boer): las expresiones del poder del dinero son ídolos creados por el ser humano (Otto Meyer).
  • La solidaridad y la fidelidad de los trabajadores y, en general, de los oprimidos por el sistema pueden y debe canalizarse hacia una nueva conciencia de clase que articule en una nueva internacional a todos los que no comulgan con el sistema.
  • En toda esta reflexión, la Biblia ha servido como una forma o “manual” de “crítica a la ideología“ (Ton Veerkamp).
  • La esperanza, la solidaridad y la fidelidad son experiencias seculares. A los ojos de la fe aparecen, sin embargo, como acontecimientos que visibilizan la resurrección en medio de nuestras experiencias cotidianas.
  • Esta fe puede entenderse y expresarse en términos seculares, y es comunicable en el intercambio solidario de experiencias que cada cual puede hacer en su propia vida. No es, pues, una fe doctrinal, ni dependiente de ningún maestro o magisterio institucional.
  • Cristo existe en la comunidad humana. Por ello, la cristología tiene que ver con la construcción de la nueva internacional (Dirk Boer).
  • Es necesario formar “colectivos” en los más diversos sectores (Alexandra Hippchen), para que se inicien o continúen procesos de resistencia antinómica práctica, venciendo el sentimiento de derrota con que a veces el sistema busca manipularnos (Michael Ramminger).
  • No hay una sola alternativa al sistema neoliberal globalizado, sino muchas por construir, en cada uno de los colectivos y en las articulaciones y redes en con que éstos se vinculen..

Santiago, 7 de junio, 2003